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Comunicación y Educación

Educación y redes sociales: El conocimiento en el mundo digital

la intimidad de nuestras vidas, aquello que sucede en espacios privados se resignifica, es decir, la legitima como tal la opinión del otro.

Por: Hugo C. Choque Mollericona

La descripción que viene a continuación, pertenece a alguien que seguramente es muy cercano a los educadores:

Juan es un joven estudiante que vive en un barrio popular de cualquier ciudad de América Latina, tiene 15 años y cursa la secundaria. Él organiza su tiempo según sus responsabilidades: estudios, deberes domésticos, un pequeño trabajo y, también, según sus preferencias personales: deporte, música, la TV, la radio, Internet, el amor y tantas otras actividades de un joven de su edad. A partir de todo esto –interacciones sociales, familiares, culturales– Juan conoce el mundo y «sabe» sobre el mundo. Luego, pasa clases en el colegio, va a los grupos de formación barrial y constata que los conocimientos que adquiere, si bien son importantes en muchas ocasiones nuevos, la mayoría de las veces, nada o muy poco, tienen que ver con lo que ha aprendido en su vida cotidiana, es decir fuera de colegio y del grupo de formación barrial. ¡Qué contradicción!… Juan está confundido y algo funciona mal.”

Educación para los medios y las TIC: reflexiones desde América Latina. Patricia Cortés de Cervantes, La Paz (Bolivia)

El contexto cotidiano actual en el que asistimos, atraviesa nuestra subjetividad a manera de espectáculo, la intimidad de nuestras vidas, aquello que sucede en espacios privados se resignifica, es decir, la legitima como tal la opinión del otro. Es la lógica de las redes sociales las cuales atraviesan los muros de los hogares, instituciones y entre ellas de las escuelas pero no las anula más bien la resignifica excluyendo la diferencia entre lo público y lo privado.

Si reflexionamos, sobre este modo de vida a la cual nos hemos acostumbrado, nos daremos cuenta que la cultura se ha subsumido a la lógica de mercado, socialización, opinión, economía o proceso formativo que las redes sociales traen consigo.

El contexto cotidiano actual en el que asistimos, atraviesa nuestra subjetividad a manera de espectáculo, la intimidad de nuestras vidas, aquello que sucede en espacios privados se resignifica, es decir, la legitima como tal la opinión del otro.

En cierta manera las redes sociales han derribado las paredes de la escuela, la manera en cómo se desarrolla el proceso formativo dentro de paredes está en crisis. La escuela, en la actualidad, mantiene la manera de organizar su infraestructura como en épocas de la escolástica y, sin embargo; al estar presente las redes sociales, estas abren un otro espacio que alberga conocimientos, saberes, afectividades, cosmovisiones del mundo, sentimientos, estéticas… que atraviesan el aprendizaje de todo actor educativo.

Como sea, aun si la escuela está en crisis, ella misma conserva – quizá como un fósil – el proyecto de igualdad y transformación social. En realidad, pareciera que las normas, leyes, el Estado o todo aquello que conocemos como conocimiento científico, en la conducta humana pasa a ser desvalorizada, es decir, que el proyecto mismo de sociedad es el que está en crisis y esa es la crisis de la cual forma parte la escuela.

Cuando los actores educativos dejan las cuatro paredes y se internalizan en el mundo digital, la configuración del aula pierde sentido y cobra importancia la incorporación de tecnologías digitales en la educación.

No hay escuela – en la actualidad – que se constituya como una institución universal, con ideales y costumbres únicas. Es cierto, ese es el ideal, esa es la manera como se muestra ante la sociedad la escuela como institución, esa manera de idealizar a las escuelas, siguen vigentes en el ideal colectivo de las personas – de ahí que se categoricen a algunos como mejores y otros como peores – pero es un ideal hueco, pues a pesar de que las escuelas se sostienen en suelo firme de lo estatal, legal o moral, no influye sólidamente ya que aquello (el proyecto) que es responsabilidad del estado – aun cuando desde el estado o institución se estén haciendo frente – pasan al mercado y el consumo, y lo encomendado por la institución o estado pierde tuición sobre ciertas características básicas del proceso formativo.

Hay un desplazamiento que tiene que ver con cambios en las subjetividades. Porque las sanciones eran eficaces en función de la culpa. Si un estudiante hacía algo incorrecto para lo reglamentado en la escuela, el estudiante sabía que lo iban a amonestar y que ése era un castigo legítimo porque él había hecho algo mal. Del mismo modo que se aceptan las leyes de un Estado, convenidas por la mayoría. Pero en el momento en que el Estado pierde la fuerza tutelar sobre sus instituciones, la ley pierde también el peso de una universalidad que es incuestionable o cuestionable sólo por vías institucionales. Y también pierden peso las figuras de autoridad: los maestros, los padres, educadores. Para un estudiante actual, más que la culpa, lo que funciona como regulador es la vergüenza. Que es un sentimiento público: el temor a que me vean en una situación inadecuada, que lo suban a Internet. Por eso lo que diga el otro de mí, opera como la mirada del otro que dice quién soy. ¿Si el otro dice que soy fea, gorda y tonta? yo soy así, porque la verdad está en los ojos del otro.

En la moralidad actual contemporánea, la escuela no es una institución legítima. Las materias, los contenidos, la subjetividad desarrollados en la escuela de los siglos pasados enseñaba – o al menos eso pretendía – a ser un ciudadano que respete a la sociedad, un ciudadano capaz de trabajar y defender su patria, su proyecto ciudadano, es decir, la escuela educaba para una identidad propia, para la interioridad.

En la actualidad esas paredes, esa intimidad, la identidad propia se ve derribado – no físicamente – por la conectividad. El desarrollo de un taller, una clase, donde el educador, el profesor o maestro es el que supuestamente transmite conocimientos se ve afectado con la incorporación de la internet en los celulares. Este pequeño aparato crea maneras de que el participante o estudiante encuentre la forma escaparse de las cuatro paredes – no físicamente – por medio de las redes.

Cuando los actores educativos dejan las cuatro paredes y se internalizan en el mundo digital, la configuración del aula pierde sentido y cobra importancia la incorporación de tecnologías digitales en la educación. La intimidad de las aulas, las paredes, la soledad colectiva y el silencio de la misma, los recursos básicos para ser un sujeto actual y moderno se encuentra a un clic. Así, el proceso formativo del sujeto como actor educativo se encuentra en problemas, pues la dispersión en la que se sumerge conspira contra la reflexión de los contenidos desarrollados en el aula.

Las redes sociales, como el whatsapp, facebook, twiter, instagram, entre otros menos conocidos, son – en parte – los representantes más visibles del cómo nos construimos como personas y el quiénes somos. Asistimos a un momento en el que nuestra subjetividad se está desplazando de lo interior a lo exterior, la idea de nosotros mismos ya se entiende como seres dotados de una esencia propia e invisible; somos los que otros dicen que somos. Lo que cuenta es mi imagen personal, la verdad dictada por la mirada del otro, la performance.

Si el otro dice que mi performance es ridículo y mi manera de ser es horrible, entonces soy ridículo y horrible, no hay manera de desmentirla, no hay un resto que diga lo contrario. En la realidad no soy lo que se ve, solo es lo que se dice por medios tecnológicos digitales y haciendo uso de mi sentido común diría que la internet lo cambió todo. Entonces si la internet es causa y consecuencia de lo que soy ¿por qué está presente en nuestras vidas? Simplemente porque nuestro cuerpo, nuestra subjetividad, nuestros modos de ser y pensar el mundo que construimos ahora son distintos a la de siglos pasados y necesitan – necesidad creada – consumir y difundir lo que pienso o me hacen pensar.

La incursión de la tecnología digital en la vida cotidiana de las personas configura a nuestras sociedades un mundo multidimensional, donde la información se satura y fluye a un ritmo apresurado. Esta manera de convivir afecta el modo de estudiar, trabajar, compartir, comunicar y colaborar. Como actores educativos estamos en la necesidad de navegar en medio de lógicas y estrategias complejas, que nos condicionan no solo para sobrevivir sino también para sobresalir en una homogeneización globalizado del siglo XXI.